Hace algunas semanas -antes del aislamiento- conocí a Macario, un hombre de aproximadamente 55 años. Coincidimos en un restaurante. Él estaba solo y yo, también. Se acercó a la mesa en la que yo estaba y me pidió compartirla. Acepté.
Debo confesar que al principio fue extraño estar comiendo frente a una persona que había visto por primera vez hacía unos pocos minutos. Conforme pasó el tiempo ese sentimiento de extrañamiento desapareció.
Recuerdo una frase de Macario que sigue resonando en mi mente: “Sabes Manuel, en estos momentos son en los que siento que puedo ser yo, tu no me conoces, yo no te conozco. No existe ningún compromiso o prejuicio. Se trata simplemente de conversar con otra persona de lo que realmente somos. Esto no lo puedo hacer con mis amigos más cercanos. Bueno ni con mis familiares. Siempre hay un freno. ¿Te ha pasado?.
Me quedé mirándolo por unos momentos, tratando de buscar las palabras correctas para justificar mi respuesta. No las encontré. Así que decidí ser transparente con Macario, pero principalmente, conmigo. Expresé mi respuesta: “Sí”.
Terminó nuestra convivencia y cada uno siguió su camino.
Macario había puesto en la parte consciente de mi cerebro algo verdaderamente poderoso. Vivir en libertad -ser yo-. Respetando a los demás como son. Confío totalmente en que es posible no coincidir en las ideas, pero ello no limita la libertad de los otros a expresarlas y mucho menos me da derecho alguno a etiquetarlos -juzgarlos como personas-.
Durante los últimos días se han intensificado los mensajes sobre cuándo regresaremos a la normalidad; cuándo volveremos a hacer las actividades como antes; cuándo tendremos de vuelta nuestras actividades sociales, personales, etc.
Este tiempo de “aislamiento” me ha puesto a pensar, aún mas, en esa frase de Macario.
Definitivamente, esa forma en la que vivía antes del asilamiento no era normal. Me pregunto: ¿Quién estableció como regla general que cuidarnos hasta de nuestras familias es “normal”?.
Los seres humanos, como cualquier otro animal tenemos la necesidad de crear grupos de convivencia. Se da de manera natural. A diferencia de los animales, tendemos a “razonar” nuestras acciones. Es ahí donde considero se pierde parte de nuestra libertad. No hablo de ser intransigente. Recordemos que la libertad de cada uno termina donde el derecho del otro empieza.
Hoy comparto este ejercicio de reflexión personal. En ningún caso pretendo influir en el autoanálisis de cada uno. Simplemente comparto parte mis aprendizajes en los últimos 30 días de estar en “aislamiento”.
Quiero ser yo. Quiero hacer que quienes me rodean se sientan ellos. Quiero escucharte. Pudiera no coincidir con tus ideas y, seguramente, habrá ideas mías con las que no coincidas. No es personal.
Definitivamente, mi siguiente destino no es volver a “normal”. Será distinto.
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